Ya no
despierto recordando mis sueños; será porque no estás en ellos, porque no
aparecemos ni tú ni yo.
Ya no me
apetece salir corriendo a decirle al mundo que te quiero; será porque no lo
siento, porque me he equivocado con el tiempo.
Será que ya
he dejado de lado una parte del pasado. Y ya no te espero en mi cama, ni te
imagino entre mis sábanas. Ya no recuerdo tu fragancia ni me empapa la
nostalgia.
Ahora me doy
cuenta: la sequía de tus besos contrastando con mis ganas; el desierto que
dejaste en mi cabeza con tus palabras sin sustancia; el viento que arañaba mis
mejillas cuando soltabas el aire contenido. Me arrastrabas a una vida sin
sentido, a unos días grises y mediocres y, aún así, decías que me dabas todo lo
que tenías. Cada acción agotaba mi imaginación.
Tu sonrisa
no era mía, ni tú la persona con la que yo reía. Tu mano temblaba y mis ojos
escocían. La canción que sonaba ya nadie la recuerda porque pertenece a otro de
mis días de sequía.
<<En los momentos de crisis, sólo la imaginación es más importante que el
conocimiento>>, Albert Einstein.