Hemos
ahuyentado las buenas costumbres. Como cuando solíamos perdernos entre
caricias, como cuando solías enredarte entre mi pelo o como cuando nos
matábamos a besos.
Los buenos
momentos fueron sustituidos por palabras afiladas como cuchillos. De esas que
desgarran la piel, cortan la respiración y se quedan a vivir en ese peligroso
hueco del alma. Imposibles de borrar. Imposibles de callar.
¿Dónde
quedaron los buenos libros? Esos libros que me leías mientras yo revisaba que
todos tus lunares no se hubieran movido de su sitio. Esos libros que me leías
mientras yo admiraba el dulzor de tus labios. Esos libros que me leías mientras
yo reía y tú me mirabas advirtiendo tormenta.
¿Dónde
quedaron las canciones lentas? Esas canciones que bailábamos tan apretados que
ni el aire se atrevía a colarse entre nosotros. Esas canciones que en realidad no escuchábamos porque la verdadera música estaba en nuestros ojos. Esas canciones
que bailábamos mientras nuestro mundo se iba desmoronando poco a poco.
¿Y dónde
quedaste tú?
¿Y dónde quedé yo?
Caminando por aceras distintas, en direcciones
opuestas y mirando al suelo, cabizbajos. Si al menos hubiéramos alzado la vista
quizás nos hubiéramos parado. Pero seguimos andando, la calle se tornó gris y
nunca veíamos el final de la oscura decepción.
Canción: <<Puedes
contar conmigo>>, La Oreja de Van Gogh.
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