miércoles, 30 de noviembre de 2016

En este punto del desastre

Si hay algo que nadie nos puede quitar, eso son los recuerdos, las experiencias, los bailes, los besos, las charlas, los pelos de punta… Pero para tener recuerdos, primero hay que crearlos. Y qué mejor que hacerlo con locura.

Vivir lo que nadie vive, sentir todas las emociones como si fueran nuevas, gritar ante el miedo, callarnos los silencios, llorar de la risa, correr con adrenalina, movernos sin prisa.

Y que lo mejor es escribir sin pensar, vomitar todas las palabras que se crucen por la mente en un segundo, soltarlas a bocajarro, que salgan a borbotones, que no dé tiempo a escribir todo lo que está rondando por la cabeza en este instante solitario, llegados a ese punto del desastre y a esas alturas del insomnio.

Que lo mejor es cantar sin tener ni puta idea de la letra, desgañitarse y gritarla a pleno pulmón tomando una ducha fría, helada, congelada, de esas que hasta los huesos se quedan como témpanos de hielo. De esas duchas que devuelven la vida, de las que dejan como nuevo.

Que lo mejor es quemarse la punta de la lengua con ese café ardiendo porque llevas prisa, porque has quedado, porque los nervios se han instalado en forma de nudo en la garganta y entiendes por qué dicen eso de que miles de mariposas revolotean sin cansancio en el centro de tu estómago.

Y puede que no nos lleguemos a quemar con el café todos los días, pero sí con cada recuerdo.


<<Y es que cuando uno sacude el cajón de los recuerdos, son los recuerdos los que terminan sacudiéndolo a uno…>>, Andrés Castuera-Micher.


jueves, 10 de noviembre de 2016

No es nada serio

No. Te voy a decir que no. No quiero nada serio. No es lo que se lleva y yo soy toda una moderna.

Voy a callarme todos los ‹‹te quiero›› que pretendan escaparse de mi garganta atormentada. Porque no, no está de moda ahora.

Voy a guardarme esos abrazos que me pides a deshoras, no te cogeré esas llamadas que me vuelven loca ni te contestaré a los tres segundos ese mensaje de buenas noches que lleva haciéndome sonreír tres buenas horas.

Porque no. Porque, ¿para qué complicarme la vida e implicarme en la tuya?

Mejor cada uno a su aire, llorando en esquinas distintas y sufriendo cada uno por su lado. 
Porque nada importa cuando nos encontramos, nos olvidamos de los buenos modales, de las normas y de esta absurda moda.

El te quiero que esperamos nunca llega. Tenemos los labios sellados. Quien hable y sienta mariposillas en el estómago primero, pierde el juego. Porque no es nada serio. Porque nos da miedo. Porque sería condenarnos a un maldito infierno. 


<<Me gustaría pasar el resto de mis días con alguien que no me necesite para nada, pero que me quiera para todo>>, Mario Benedetti.