jueves, 28 de abril de 2016

Buenas costumbres

Hemos ahuyentado las buenas costumbres. Como cuando solíamos perdernos entre caricias, como cuando solías enredarte entre mi pelo o como cuando nos matábamos a besos.

Los buenos momentos fueron sustituidos por palabras afiladas como cuchillos. De esas que desgarran la piel, cortan la respiración y se quedan a vivir en ese peligroso hueco del alma. Imposibles de borrar. Imposibles de callar.


¿Dónde quedaron los buenos libros? Esos libros que me leías mientras yo revisaba que todos tus lunares no se hubieran movido de su sitio. Esos libros que me leías mientras yo admiraba el dulzor de tus labios. Esos libros que me leías mientras yo reía y tú me mirabas advirtiendo tormenta.


¿Dónde quedaron las canciones lentas? Esas canciones que bailábamos tan apretados que ni el aire se atrevía a colarse entre nosotros. Esas canciones que en realidad no escuchábamos porque la verdadera música estaba en nuestros ojos. Esas canciones que bailábamos mientras nuestro mundo se iba desmoronando poco a poco.



¿Y dónde quedaste tú? 
¿Y dónde quedé yo? 

Caminando por aceras distintas, en direcciones opuestas y mirando al suelo, cabizbajos. Si al menos hubiéramos alzado la vista quizás nos hubiéramos parado. Pero seguimos andando, la calle se tornó gris y nunca veíamos el final de la oscura decepción.


Canción: <<Puedes contar conmigo>>, La Oreja de Van Gogh.

sábado, 16 de abril de 2016

Doble cicatriz

¿El tiempo lo cura todo? ¡Já! Me encantaría restregarle esa gran frase a quien quiera que sea el idiota que la haya inventado.

El tiempo no cura las heridas, tan sólo las hace más soportables. Pero siguen ahí. Si las tocas duelen, recordándote cada minuto de angustia y sufrimiento.

El tiempo no lo cura todo, si acaso, te tienta a que vuelvas a experimentar esa agradable sensación de calma que llega después de la tormenta para volver a hacerte daño. Así no tienes una sola cicatriz, sino que ya son dos.

A veces, es necesario un jarro de agua fría para poder despertarnos del todo. Y ni siquiera con eso es suficiente para aprender a vivir.

Caes una y otra vez  en ese error porque parece hecho a medida para ti. Confeccionado con el mismo patrón, inyectado con la misma dosis de ingenuidad.

Entonces llegan las tiritas, las gasas, el alcohol y el olvido.

Espera, no. El olvido no. El olvido nunca llega.

Los remiendos no son suficientes y te conformas con la sensación de quemazón, porque no hay remedio para una herida en el corazón.

<<Nosotros no podríamos ser felices sin este amor de carne transparente: nos matarían las grandes cicatrices que nos puso el dolor sobre la frente>>, Jorge Debravo.

jueves, 7 de abril de 2016

La de sonrisa permanente

La vida se detiene. Un segundo. Tan solo un segundo. Ya no queda nada. Lo que antes tanto te importaba ha cambiado. Porque si hay algo seguro es que nada es seguro, porque nada es permanente y lo que en su momento llegó no era para quedarse.

Pero la veo con esa sonrisa siempre puesta. Su mayor mecanismo de defensa para este mundo cruel, absurdo y sin sentido; su mayor armadura luminosa contra este cielo gris de tormenta.





Quédate con esa, con la de sonrisa permanente, con la que sabes que la vida será más dulce y divertida; al igual que ella.






Quédate con esa que es capaz de atrapar los instantes de felicidad, aunque sea con un cuentagotas, con la que los aprovecha al máximo y se para en mitad de la calle para bailar bajo la lluvia.

Quédate con la que se rinde y la tierra la traga; pero es la que se supera a sí misma, se pone de nuevo en pie y sigue su camino.

Quédate con la que no se valora y el océano la ahoga; pero es la que logra salir a la superficie y continúa nadando.

Quédate con la que acalla sus miedos con una sonrisa, con la que ríe de todo y no le busca nunca un por qué.

Si algo he aprendido de los cuentos de hadas es que la esperanza es lo último que se pierde y que siempre le depara un final feliz al héroe de cada historia.

Quien piensa en fracasar, ya fracasó antes de intentar; quien piensa en ganar, lleva un paso adelante”, Sigmund Freud.

viernes, 1 de abril de 2016

Me arruiné apostando por ti

Eras como esa pequeña estrella perdida en medio del amanecer. No tienes ni idea de qué haces ahí. Sabes que ese no es tu sitio, pero aún así te quedas. Intentas brillar más que el Sol, pero acabas desvaneciéndote al alba.

Seguiste esa rutina, apareciendo sin preguntar y desapareciendo como si nada. Conseguiste forjarte ese aura misteriosa que tanto me atraía. Eras tan impredecible como increíble. Hasta que tu estrella dejó de brillar en aquella tormenta de verano.

Me dejaste siendo una niña asustada, como la que ha perdido su peluche favorito. Ese con el que solía dormir y al que me abrazaba en las noches de lluvia.

Ni tú ni yo queríamos. Ni siquiera lo predecíamos. Yo siempre escuchando la misma música mientras tú te ibas con la música a otra parte. Hundida en mis propios recuerdos; acabé profundizando tanto en ellos que la corriente me llevó por delante. Imparable. Arrasando con las pocas ganas que me quedaban de confiar en ti.

Pensé que volverías, que volverías por mí. Porque, a pesar de que nuestras piezas no encajen y que nuestras metas no se compartan, he guardado en mi mente un hueco especialmente dedicado a ti.

Cada uno se arruina la vida como quiere.

Y yo me la arruiné apostando por ti.


<<He decidido apostar por el amor. El odio es una carga demasiado pesada>>, Martin Luther King.