martes, 11 de octubre de 2016

Mírame y dispara

Mírame.

Mírame y dispara si puedes. Si te atreves. Si ya no me quieres.

Mírame y miénteme. Porque puedo llegar a creerte, porque quiero creer que no es cierto, que el mundo no es real y que yo no estoy loca.

Mírame.

Y sólo con la mirada pídeme que nos fuguemos, que escapemos, que corramos hacia ningún lado. Que nos choquemos y nos aferremos el uno al otro. Que me cojas de la mano y sigamos corriendo. Que yo no tengo miedo, que a tu lado no sé ni qué es eso.

Mírame.

Quiero que te enfades, que grites y que rabies, y también ser yo la única que te calme. Mírame y dime que me quieres, que sin mí te mueres y que me necesitas un poquito más cada día.

Entonces será cuando yo cierre los ojos, los apriete bien fuerte, descubra que el lugar más cálido se encuentra entre tus brazos y desee no despertarme nunca de este sueño. Un sueño en el que me confías tus secretos, en el que yo puedo sentirme protegida y querida.

Pero supongo que el mar todo lo borra.

Yo mirando y admirando desde la distancia; tú en tus continuos paseos por la playa y en ese amanecer perdido por el que te alejabas. Caminando entre piedras sin rumbo fijo, regalándome una solitaria caracola; fue cuando acabamos perdidos entre las olas.


<<La calma absoluta no es la ley del océano. Lo mismo ocurre en el océano de la vida>>, Paulo Coelho.

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