sábado, 5 de marzo de 2016

Ya no duele ni quema por dentro

Y mientras yo, al borde del precipicio, siempre sintiendo esa presencia detrás de mí. Tu presencia. Era como si me empujaras con un suave toque y yo me precipitara al vacío. Como si fueras el único impulso que yo necesitaba para saltar.
Tú no entendías que cuando me miras así, de esa forma tan intensa, el agujero negro de tus pupilas me engullía.

No huí, tan solo intenté encerrarme en mí misma. Pesando mis emociones en una balanza, midiéndolas con un metro para saber cuáles podía mostrar y cuáles debía guardar. Y así pasa, que de tanto controlarlas, se vuelven inexistentes.

Ya no hay emociones, ya no hay sentimientos. Ya no duele ni quema por dentro.

El temblor desaparece y puedo caminar lentamente, contando cada uno de los pasos que me llevan a alejarme de ti. Y esa agonía que me invadía, ahora se ha convertido en humo.

Aunque lo admito. Si te miro, aún puedo recordar esa emoción, ese fuego, ese temblor… pero se ha quedado en un recuerdo y los malos recuerdos, al igual que las pesadillas, desaparecen con el tiempo.

<<La memoria del corazón elimina los malos recuerdos y magnifica los buenos, y gracias a ese artificio, logramos sobrellevar el pasado>>, Gabriel García Márquez.

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