La vida está
llena de falsas promesas. Esas que te prometes a ti mismo desesperadamente.
Promesas que nunca acaban llegando, que nunca se acaban de cumplir. Odio las
falsas promesas, esas que no avanzan, que no retroceden, que se congelan en el
tiempo.
Promesas que
otros te hacen o que tú mismo te dices. Te ciegas de ilusión y no ves la pared.
Corres hacia ella como alma que lleva el diablo, tan confiada que de pronto…
Estás
inconsciente, tirado en el suelo. Alguien te recoge y te dice que lo siente.
Estaba a tu lado todo este tiempo y no fue capaz de avisarte del peligro.
Lo siento.
Cuando te
dicen lo siento, ¿a qué se refieren? ¿A haberte fallado? ¿O a haber vuelto
contigo? Un lo siento rápido no es sincero. No es más que una costumbre que se
repite mecánicamente por el impulso de alguna razón desconocida.
<<Nunca pensé que en la felicidad hubiera tanta tristeza>>,
Mario Benedetti.
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