Sólo se
necesita un segundo para enamorarse de una persona, pero mucho más se necesita
para darse cuenta de ello. Sólo un segundo para enamorarse… y sólo un segundo
para que se pierda la ilusión.
El tiempo es
oro, pero no es oro todo lo que reluce. Las tardes de verano en las que el
cielo azul está tan despejado, que no hay ni una nube que nuble tu vista. El
sol brilla más que en cualquier otro momento. Las calles soleadas están llenas
de vida y de color. No te preocupa que llegue la noche, pues las estrellas son
tan grandes y brillantes que imaginas poder tocarlas con los dedos. La luna te
mira y te invita a jugar.
Un día te dice te quiero y al siguiente, si te he visto no me acuerdo. ¿Qué hacer? Llorar y mezclar las lágrimas con las frías gotas de lluvia. Llorar hasta darse cuenta de que en casa te espera una ducha de agua caliente y una taza de café. Intentar respirar aunque cueste y vuelta a empezar. Porque no hay verano sin invierno y no hay mal que mil años dure.
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