Llámalo un
secreto inconfesable.
Llámalo
fallo imperdonable.
Llámalo falta
de cordura o de razón.
Llámalo
momento de entendimiento o de confusión.
Llámalo
contradicción.
Llámalo el
final de una página más en blanco de ese libro inacabado.
Llámalo como
quieras, pero llámalo; así tendremos la certeza de que algo ocurrió.
Ahora nos
quedamos sumidos en un silencio pactado llamado orgullo.
Ninguno de
los dos nos poníamos de acuerdo, pero siempre existió esa conexión especial
entre nosotros.
Anclados
como dos barcos en el mismo puerto del que nunca partirán.
Perdidos
como dos náufragos en una isla desierta que no tienen más remedio que mirarse a
los ojos porque es en la pupila del otro, el único lugar donde pueden encontrar
algo de consuelo.
<<Cuando el orgullo comienza, el amor muere>>, Johann Caspar
Lavater.