La magia los une y la luna los rehúye. Si todos los astros se alinearan de una vez, tal vez, no sé qué podría suceder. Le ve y le siente. Se asusta y retrocede. Con una feroz sonrisa le dice te quiero y yo no me lo creo. Que ¿por qué? Porque él sabe de sobra que ella está atrapada. Que ha caído en sus redes como un pequeño pez y, ya ves, así fue. Ella se enamoró de cada una de sus mentiras y sus verdades, de su locura y de su timidez. Contra eso, ya nada se puede hacer.
Otra en su lugar, habría seguido su juego.
Otra en su lugar, habría creído en él.
Otra en su lugar…
Él ya no quiere otra en su lugar. En el fondo, teme perderla. Hay un pequeño problema. Y es que él, con sus mentiras y sus verdades, con su locura y su timidez, no se da cuenta de que la empieza a querer. Lo que empezó siendo un juego con ella, se acaba volviendo contra él.
En este
juego, el perdedor ya puede ser cualquiera de los dos.
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